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Tips para una Planificación de Educación Física

17 Abril, 2017

Planificación de Educación Física Para iniciar cualquier actividad, el docente debe conocer las pautas de maduración psicomotriz, las leyes biológicas de crecimiento, las características psíquicas de cada edad y los antecedentes  o experiencias previas. Es decir, saber qué es lo que puede hacer, entender cómo razona y reacciona un niño al momento de realizar las actividades. Por ejemplo: no podría pedirle a un niño de 6 años que ejecute un tiro suspendido de handball o un remate de vóley porque su capacidad y posibilidad física se lo impide, o pedirle a un niño de cuatro que comprenda el reglamento del juego cuando todavía no termina de salir del egocentrismo y le falta incorporar pautas de orden y de límite. Luego, es importante entender qué es lo que estamos logrando a través del ejercicio. Por eso vale recordar que la educación física favorece el desarrollo general, permite adquirir destrezas psicomotrices, eleva el nivel de confianza en las propias posibilidades, favorece el desarrollo individual a través de la vivencia en grupo, favorece el rendimiento intelectual y, si por encima de esto aportamos un fundamento específico a nuestra clase, le estaremos brindando la posibilidad de incorporar nuevos saberes a través del movimiento. En el momento en que se planifique una clase de Educación Física, no solo hay que tener en cuenta los objetivos y los contenidos, sino también que las actividades y/o juegos a realizar sean atractivos para los niños, de los cuales puedan participar activamente, para lo que hay que considerar tanto el número de participantes como el sexo. Los estudiantes tienen que sentirse protagonistas de la actividad. Que sea variada y respetar cada momento, según la edad de cada uno; debería haber un momento exploratorio del material o la actividad o un entendimiento de la misma, después debería presentarse un segundo momento en el cual se desarrollan los contenidos pensados y planificados, y por último, un momento en donde también influirá la edad, en el cual se pueda realizar un reconocimiento de lo vivido y experimentado. En este último, el docente, deberá poder identificar el éxito de la clase, si se han logrado los objetivos de la misma, si los niños pudieron realizar las actividades y disfrutar de ellas, si han podido incorporar nuevos saberes y superar los anteriores. Si el saldo ha sido positivo, seguirán formulándose las clases de la misma manera y actualizándose. En cambio, si la evaluación ha sido negativa, habrá que revisar el diagnóstico de clase y del grupo para identificar dónde nace la falla y desde allí reformular el planteo de las actividades y/o juegos.   Quizás los siguientes párrafos puedan ayudar a aclarar algunas ideas. Si bien los niños juegan por jugar, es importante tener en cuenta aquellos aspectos de los cuales hemos estado hablando a la hora de pensar en desarrollar una actividad, por eso no solo es necesario que el niño y la niña se muevan, sino también que esa actividad sea pensaba con una función. En otras palabras, que cada juego y/o actividad resulten atractivas pero que exista un contenido. Debemos utilizar consignas de trabajo pensadas para facilitar la tarea en función de las capacidades del grupo de trabajo, ofreciendo desafíos y situaciones posibles de resolver, pero que también posibiliten la superación de sí mismos. Consignas que brinden actividades prácticas, donde ellos puedan hacer y experimentar o practicar la situación planteada. Recordemos que siempre es más interesante, para ellos, probar si pueden a que si se los preguntamos, y para nosotros, es más útil observarlos y poder evaluarlos, que escuchar la apreciación personal que tengan acerca de sus fortalezas o debilidades. Esto quiere decir que es necesario contextualizar los saberes necesarios dentro del accionar de los alumnos. Es interesante, también, proponer nuevas formas de resolución planteadas por los alumnos mismos, que busquen alternativas, que no siempre estén dadas por el docente, sino que ellos busquen e indaguen dentro de sí otras posibilidades no convencionales. Luego de cada práctica, es muy útil tanto para los niños como para el docente, que los estudiantes logren expresar las actividades y/o juegos vivenciados o explorados. ¿De qué manera? Indagando acerca de sensaciones, esfuerzos, posturas adquiridas, formas de relacionarse entre compañeros, etc. Exteriorizar lo experimentado colabora con la formación, fijación y adaptación de nuevos saberes. Para esto, es imperioso brindar el tiempo y el espacio necesarios. A partir de estas ideas, surgen aportes propios de los niños, los cuales suelen ser significativos para enriquecer los contenidos siguientes. Esto nos lleva a no estructurar las planificaciones y actividades pensadas para cada clase, sino a considerar las variantes propuestas por el docente y los alumnos. De esta manera estamos considerando las experiencias, necesidades, intereses y saberes motrices previos como parte del proceso, para llegar a una meta común o diferenciada, según las características del grupo. No nos olvidemos que el acento en la enseñanza está en el resultado de las acciones, por lo que debemos considerar el fin de la acción.

Fuente.

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