Convivencia Escolar
Como mejorar la convivencia escolar ante los retos de la educación en el siglo XXI
11 Marzo, 2019
El documento que destacamos esta semana aborda la preocupación permanente de las comunidades educativas acerca de cómo mejorar la convivencia escolar, entendiendo y haciéndose cargo del complejo escenario en que la educación se desarrolla actualmente. El documento corresponde a una ponencia de María José Díaz-Aguado, Directora del Master Programas de Intervención Psicológica en Contextos Educativos, Universidad Complutense de Madrid. Las propuestas que se presentan se sitúan dentro de una larga serie de investigaciones, iniciada hace dos décadas, sobre cómo mejorar la calidad de la educación, adaptar las aulas a la diversidad y educar en valores a través del aprendizaje cooperativo.
La escuela tradicional atraviesa hoy por una profunda crisis, que se manifiesta tanto a través del fracaso escolar como de los problemas de convivencia. Cuando se analiza, en este sentido, la importancia de mejorar la educación en valores suele aludirse a la dificultad de añadir nuevos objetivos a los que tradicionalmente debía asumir el profesorado (enseñar su materia), como si cualquier esfuerzo en uno de estos dos ámbitos supusiera necesariamente una reducción de la energía y el tiempo disponible para el otro. Las innovaciones educativas que aquí se describen, basadas en la cooperación, ayudan a superar estas dificultades, incrementando la coherencia educativa entre los valores que se pretenden enseñar y lo que se enseña en la práctica a través de las relaciones que se establecen en las aulas, para mejorar al mismo tiempo la eficacia docente y enseñar en la práctica los valores democráticos de respeto mutuo, tolerancia y no-violencia, con los que pretende identificarse nuestra sociedad. Valores que es preciso ayudar a construir, también, a partir de una reflexión explícita y cooperativa sobre su significado, a la que la autora denomina “currículum de la no-violencia”.
Cuando se habla de adaptar las aulas a la diversidad, se debe pensar de inmediato en el docente, en su estilo para abordar dicha situación. La inmensa mayoría de los profesores tiene un estilo similar para el tratamiento de la diversidad, este suele ser reactivo o laissez-faire (pasivo): dejan que los alumnos controlen el esquema de las interacciones en clase sin intentar compensar la desigualdad de oportunidades que en este sentido imponen las propias diferencias de los alumnos, pero sin fomentarlas tampoco. Suelen tener expectativas relativamente flexibles, pero disponen de escasos recursos para adaptarse con eficacia a la diversidad. Tratan a sus alumnos como si no existieran diferencias entre ellos o asumen las diferencias sin intentar compensarlas. Suelen manifestar reconocimiento cuando un alumno realiza su tarea correctamente; aunque en sus aulas hay un pequeño grupo que nunca o casi nunca consigue obtener éxito ni, por tanto, el reconocimiento del profesor. Esta extendida forma de tratar la diversidad, actuando como si no existiera, suele ser reflejada por los profesores cuando manifiestan que todos sus alumnos son iguales y que por eso no hacen diferencias entre ellos, expresando así su deseo de no ser discriminatorios, lo que se ha denominado la ilusión del trato igualitario, pero también su falta de recursos para adaptarse a la diversidad.
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