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Educación y Sociedad: Educando en valores.

27 Septiembre, 2012

En todos los debates y discusiones de importancia que tenemos como sociedad, la educación (no sin fundamento, como diría Savater) siempre se impone como la solución a casi todos los mega problemas que enfrenta la vida nacional. Esta importancia ha llegado a transformarse en un axioma, mil veces repetido y mil veces escuchado. Sin embargo, detrás de la obviedad se esconde una realidad innegable que no siempre es sopesada o asimilada.

Educación y Sociedad: Educando en valores.

Escrito por: Sebastián Ansaldo.  "El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás."Herbert Spencer La escuela es vista en estos días como el lugar en donde el/la niño/a adquiere los conocimientos que más tarde podrá usar y aprovechar en su vida. De esta manera, una buena educación es la llave para el éxito y la superación personal. Mucho se habla de que la educación es el único camino real para la igualdad y justicia social, pues tiene el poder para ascender en niveles sociales. Todo esto es cierto, sin embargo, la educación en la escuela debe ser mucho más que un medio para acceder a rangos más altos de posición social. La escuela no es sólo el lugar donde se adquieren conocimientos, también es donde se deben formar valores y actitudes acordes con la idea de una sociedad sana y funcional. ¿Pero cuáles son esos valores? ¿Qué modelos éticos y conductuales debemos tratar de desarrollar en el aula? Sin duda son preguntas complicadas que pueden tener múltiples respuestas. Pero en este punto no debemos perdernos en relativismos. Hay ciertos valores que deben ser esenciales, pues actúan como cimientos desde donde una sociedad democrática debe construir su estructura. Más aún en una sociedad como esta, en la que la competitividad, el individualismo y el consumismo están llegando a niveles preocupantes. La competitividad es vista como la posibilidad de superación, de la búsqueda de excelencia y perfección, de poder surgir y vencer. Sin embargo, en sociedades de libre mercado, el afán de superación se relaciona también con el resto. Poder superar y estar sobre otros, muchas veces sin importar el cómo. La escuela debe incentivar la competividad con uno mismo. Lograr que el alumno se motive y quiera obtener mejores resultados para él, sin que esto signifique que deba ganarle al resto de sus compañeros. El profesor debiera tener sumo cuidado al publicar notas o evaluaciones de manera que no se transformen en rankings donde hay ganadores y perdedores. Por el contrario, debe inculcar el progreso propio y la autovaloración. Es necesario también, que la solidaridad y la cooperación se impongan al individualismo. Los logros de grupo son siempre más significativos que los personales, pues implican una preocupación en cuanto a quienes nos rodean, lo que hace que se beneficien todos los miembros y no sólo uno. La educación para la cooperación forma personas conscientes sobre el estado y necesidades de los miembros de una comunidad. La escuela, para fomentar esto no sólo debe realizar trabajos o actividades en grupo, también debe formar una consciencia colectiva, ayudar a que los niños perciban que son un grupo y que deben estar preocupados por cada uno de sus miembros, pues así, siendo adultos podrán ser personas consientes de su entorno y no entes aislados. Todo esto, sin embargo, no sería posible sin un aspecto fundamental: la comunicación. Pero no la comunicación tradicional que se observa en las aulas, en donde un profesor presenta sus contenidos a alumnos que no tienen ninguna influencia en esos contenidos y que tampoco tienen la posibilidad de expresarse ante ese profesor. En este caso la relación comunicativa entre profesor y alumno, se da gracias al componente autoritario: Yo, como profesor, soy el que sabe y ustedes como alumnos son los que escuchan, por lo tanto tengo el poder que me da la autoridad para enseñarles lo que no saben. Este modelo vertical de comunicación genera alumnos sometidos a la autoridad, sin capacidad de crítica y sin consciencia del poder propio. Todo esto lamentablemente después se instala en la vida civil, generando consumidores en vez de ciudadanos, que no son críticos de la autoridad, ni tampoco reclaman sus correspondientes cuotas de poder, lo que en realidad sería una verdadera democracia. La comunicación en el aula debe ser horizontal en donde el aprendizaje se de entre todos, tal como dice Freire: “Nadie educa a nadie. Los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo.” Obviamente esto no quiere decir que no haya un profesor que guíe el aprendizaje. Pero esta guía debe hacerse pensando en la posibilidad de expresión que tiene el niño. Sabiendo que su involucramiento en el proceso educativo hará de la enseñanza una instancia de auto exploración, lo que será mucho más motivante para el alumno que una persona exponiendo datos enfrente. El diálogo es un valor fundamental en una democracia y no puede quedarse afuera del aula por simples cuestiones metodológicas. Si enséñanos a nuestros niños a expresar sus ideas, a ser críticos, a involucrarlos en su propio aprendizaje, a cooperar con los demas y a ser solidarios, estaremos dejando una excelente semilla plantada para el futuro de la democracia en nuestro país. Sobre el autor: • Sebastián Ansaldo, Periodista de la Universidad Diego Portales y colaborador de Educrea. Fuente: •  www.contexto-educativo.com.ar

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