Otros

Hacia una educación posible: Valores, Virtudes y Actitudes en la escuela

27 Septiembre, 2012

"La educación en valores debe ser en los actuales momentos para la sociedad venezolana un imperativo categórico. Mucho se ha escrito y hablado sobre el papel que debería desempeñar la educación en la transformación de las personas y con ellas la sociedad pero poco se ha hecho al respecto. Las políticas educativas en su mayoría han sido orientadas desde una óptica reduccionista, sin visión de futuro, que no han generado los cambios esperados. Por otra parte, son pocas las personas en el país dedicadas a traducir las distintas teorías y modelos cognoscitivos a una práctica pedagógica específica en el ambiente escolar. Ante este panorama es conveniente conocer y poner en práctica las distintas maneras o modos de concretar las diversas teorías en materia de educación en valores. Hoy no son pocos los que reflexionan sobre el tema, pero hace falta mayor producción de ideas en torno a su puesta en práctica. Por ello, presentamos una reflexión en torno a lo que significa una educación en valores sustentada en virtudes y actitudes; en este caso consideramos el estudio de diversos autores que presentan una metodología específica para hacer realidad el tan anhelado cambio personal y social”

Hacia una educación posible: Valores, Virtudes y Actitudes en la escuela

Escrito por: José Francisco Juárez P. Universidad Católica Andrés Bello. Valencia - Venezuela

1. Horizonte de nuestra reflexión

El presente trabajo no pretende engrosar la lista de documentos, discursos y bibliografías destinados a teorizar sobre los valores. Ya hay suficientes personas dedicadas a tan loable tarea cognoscitiva. El interés que motiva la presentación de este trabajo, se dirige más bien a un área poco explorada, por lo menos en lo que respecta a la publicación de experiencias exitosas, tal como sucede en otros países.

Nos referimos a un tópico al que siempre hace referencia cualquier persona interesada en el tema de la educación en valores, esto es, la aplicabilidad de éstos en el contexto educativo.

Venezuela está viviendo una experiencia interesante en relación con el tema de los valores. Podríamos decir que el fenómeno que vivimos en la actualidad en relación con este tema puede ser entendido como una moda efímera y pasajera que pronto dejará de ser importante; pero también puede abordarse el fenómeno como la búsqueda personal y social de unos valores que hasta hoy habían dejado de ser prioridades del hombre contemporáneo, quizá omnibulado por los alcances científicos y tecnológicos que en un momento de la historia le hicieron sentir que él podía hacer más de lo que debía hacer, dejando a un lado la práctica de las virtudes humanas.

Sin embargo, debemos reconocer que es muy escasa la producción literaria que trata lo referente a la metodología y estrategias en la educación en valores. En palabras de Alejandro Morales1, no se nos dice cómo se puede educar en valores.

De acuerdo con esto, entre los autores que tenemos en el renglón de los escasos, contamos con la profesora María Guadalupe Ramos2 quien en sus libros refleja su interés en ofrecer los insumos didácticos y pedagógicos que nos permiten poner en práctica los valores en el aula de clases. Ella parte de la reflexión, muy asertiva por demás, de que la educación en valores no se puede llevar adelante si no hay una inteorización de ellos por parte del sujeto que educa.

Luego, esto significa que los educandos verán en este sujeto una posibilidad de realización personal por lo que será imitado sin cortapisas. La tarea parece entonces muy clara. La educación de valores y virtudes humanas es un deber, casi podríamos decir, utilizando la expresión de Inmanuel Kant, que es un imperativo categórico que no podemos eludir. La reflexión sobre los valores debe volcarse al estudio de los modos, maneras o alternativas que permitan encontrarnos de cara con ellos. En otras palabras, la discusión en relación al debate sobre los valores ha de discurrir en torno al uso de las metodologías y estrategias más idóneas para que ellos puedan ser aprehendidos por el sujeto en su totalidad.

Ahora bien, lo anteriormente dicho no es una invitación para que de ahora en adelante nos convirtamos en críticos furtivos de quien pretenda dedicar su tiempo a investigar sobre la cuestión meramente desde el plano cognoscitivo. Ya lo decía Jhon Passmore3 en uno de sus ensayos dedicado precisamente al tema de cómo enseñar a ser crítico: “la cuestión es saber hacer la crítica, no critiquizar” y para poder llegar a ser un crítico en el sentido estricto de la palabra, es conveniente una preparación intelectual idónea. Esto no es otra cosa que conocer las razones, los argumentos de la cuestión en discusión, proceso que se logra hurgando las fuentes mismas de la reflexión filósofo-antropológica, o en términos más simples, conociendo la teoría.

Esta última reflexión nos lleva a una afirmación que es conveniente resaltar y es que una teoría sin práctica es estéril y una práctica sin teoría es irracional. Por ello, el abordaje del tema que se presentará a continuación necesariamente transitará el camino del estudio de las fuentes que se refieren al tema en cuestión. Es decir, primeramente tendremos que abordar los conceptos claves que sustentan la reflexión sobre los valores para luego referirnos a la práctica escolar.

En el ambiente educativo es de sumo interés conocer el concepto de valor, valoraciones , axiología, ética y moral, currículo y metodología; saber de qué trata cada aspecto y cuál es su aplicabilidad.

Teniendo presente lo anterior, esbozaremos a continuación los planteamientos básicos de este trabajo: en primer lugar echaremos un vistazo a lo que tenemos en los actuales momentos en el campo educativo, específicamente en lo referente al tema de los valores en la escuela. Inmediatamente le daremos a la reflexión un sustento conceptual mediante la presentación de los conceptos que debemos manejar para que sea inteligible la reflexión posterior. Este último asunto es menester recalcarlo ya que si no existe un código o lenguaje común en el tema que sea, especialmente cuando se trata de aquellos referidos a las conductas humanas y modos de ser, es imposible que pueda darse una comunicación eficaz por cuanto la delgada línea que une la comprensión del emisor y el receptor quedará interrumpida al no existir el mínimo de entendimiento requerido en estos casos.

El tercer aspecto a tratar en el presente trabajo se refiere nada más y nada menos que a la cuestión central: ¿Es posible educar en valores? ¿cómo hacerlo?. Aquí ofreceremos los métodos más importantes de autores consagrados en el ámbito de la educación de valores y su aplicabilidad. También será oportuna la ocasión para reflexionar sobre las variables que intervienen en el proceso educativo y que obstaculizan la práctica de los valores en el salón de clases.

Finalizamos el trabajo presentando las conclusiones que recogen los aspectos más decisivos de esta presentación.

2. Aproximación teórica a los conceptos: valores, actitudes y virtudes

Comenzaremos explicando brevemente el significado de las palabras valores, virtudes y actitudes. Estas palabras, aunque guardan una estrecha relación entre sí por cuanto están ligadas por una finalidad que por ahora denominaremos formación ciudadana, poseen cada una identidad propia.

2.1. Los valores

Con la palabra valor se designa lo que vale. También se indica que un valor es una cualidad de una cosa por la que se paga algo. El sentido común insinúa que los valores son ciertas cosas que son importantes para una persona. La definición de valor depende del enfoque o punto de vista que se adopte. Por ejemplo para Adam Smith el valor de un bien se fija con base en la oferta y la demanda. Esta postura es vista desde la lente de la economía. Otra postura la encontramos en Marx, para quien el valor es trabajo cristalizado. Desde la perspectiva filosófica, las interpretaciones de valor son de dos tipos: la subjetiva que niega la realidad en sí a los valores y los hace depender de la estimación personal y la objetiva según la cual los valores son independientes de toda apreciación individual. Rugarcía plantea que un valor es algo a lo que vale la pena dedicar la vida o parte de ella4

Los valores, en su expresión genérica , pueden ser de dos tipos: morales y no morales. Sin embargo, cuando se trata de educación en valores no se habla del término genérico, sino de los valores morales. Los valores morales, como la responsabilidad y la honestidad implican una obligación. Tal es el caso de la persona que adquiere una deuda con un amigo y aunque éste no le fije fecha de pago, probablemente aquel se sienta obligado a cancelarle cuanto antes por el compromiso moral adquirido. Otro caso puede ser la educación de los hijos que constituye para los padres un compromiso, aún cuando nadie esté formalmente recordándole esta obligación moral. En otras palabras, los valores morales nos dicen lo que debemos hacer5. Por su parte, los valores no morales tienen una obligación no asociada.

Ellos expresan nuestra valoración subjetiva por ciertos bienes o actividades. Por ejemplo, podemos atribuirle gran valor a fumar un cigarrillo antes de acostarnos, a escuchar música o a subir todos los domingos al cerro El Avila para mantener la salud. Podemos percibir que ciertas actividades tienen un gran valor pero no tenemos obligación alguna de hacerlas o practicarlas.

En esta misma línea de reflexión conceptual, se afirma insistentemente que los valores son indefinibles, porque son el reino de lo alógico. Sin embargo, las más dispares escuelas podrían coincidir en esto: valor es aquello capaz de arrancarnos de nuestra indiferencia, lo que hace que prefiramos unas cosas a otras, que las estimemos, más o menos; en una palabra, el valor reside en la preferibilidad o estimabilidad del objeto6 . Esto significa que no hay parcela del ser ajena al valor, es decir, que el valor es el ser en cuanto lo sentimos y apetecemos desde el punto de vista de la perfección. Porque el valor siempre está ligado a lo existente. Todo ente ( no solamente las cosas con extensión, los objetos materiales, los seres orgánicos, sino también los seres espirituales) posee el ser y, en cuanto tiene ser, es accesible a la experiencia y a la voluntad del hombre. Hablamos entonces de valor cuando un ente mueve nuestras tendencias y nuestra voluntad.

Y aunque el criterio del movimiento de la voluntad es secundario, también es decisivo por cuanto el valor pone en movimiento la voluntad como motivo.

2.2. Actitudes.

Un aspecto de los valores pertinente a la educación, es sin duda su relación con las actitudes. Estas expresan los valores personales, sociales y humanos, del individuo, producto de sus decisiones7. En otros contextos, suele decirse también que la actitud es una disposición permanente del sujeto para reaccionar ante determinados valores8. Por ejemplo, hay quien siente la preocupación por la pulcritud y la elegancia; el médico tiene una viva sensibilidad para la salud y sus condicionantes y el hombre político se dinamiza con los problemas de la organización de la vida colectiva y toma opciones apasionadas por lo que estima más justo. Hay muchas maneras de caracterizar a una persona, pero si poseemos los rasgos o apreciaciones de sus actitudes, de su aceptación o rechazo habitual de determinados valores, si conocemos la intensidad y signo de las preferencias que imantan y configuran su vida, tendremos un buen diseño o perfil de su personalidad.

El asunto más difícil consiste en determinar las categorías que nos permiten entender este hecho de tan multiforme y complicada faz. El hilo conductor que califica y da sentido a las actitudes son los valores. Es decir, se pueden agrupar las actitudes según los valores que las definen.

En este sentido, Ricardo Marín9 presenta en su obra un cuadro de las actitudes positivas hacia los valores. Solamente haremos referencia, a modo de ejemplo, a los valores útiles, estéticos y religiosos.

Valores útiles: Tendencias a niveles superiores de realización; la obra acabada bien hecha; economía de tiempo y medios; adquirir nuevas técnicas; eficacia en el trabajo; sentido de la economía y de la rentabilidad

Valores estéticos: Tienen que ver con la limpieza; orden; presentación esmerada; cultivo del buen gusto dar un toque bello a cuanto se hace.

Valores religiosos- trascendentes: Son aquellas convicciones firmes y sólidas; sentido espiritual de la vida; sentido trascendente de todo acontecer; amor y entrega al prójimo y a Dios.

Como se puede observar, las actitudes se cristalizan en manifestaciones de conductas que son directamente proporcionales a los valores implícitos en ellas. Por eso, la formación de las actitudes es una tarea básica, más importante todavía que la transmisión de conocimientos y no tanto por aquello de que con el tiempo las cosas aprendidas de memoria se olvidan, expresión por demás cuestionable, sino porque la actitud, es decir, la predisposición del que obra, sigue siendo una pieza clave en la educación.

Según Juan Manuel Cobo, se puede entender una actitud como “una realidad en la persona , que le predispone a actuar de una manera determinada, que le inclina a obrar en una determinada dirección”, lo que podríamos llamar una predisposición conductual, que no consideramos innata, sino algo que la persona adquiere”10. De acuerdo entonces con el autor, la actitud hace referencia explícita a la acción. Y se actúa en conformidad con lo que se desea, anhela, quiere o ama. Aunque podemos hacer la observación de que también se actúa por obligación, compromiso o presión.

Estas modalidades en el actuar nos remiten a otro tema sumamente importante pero no menos espinoso, como lo es la conducta moral. Pero como nuestro interés se focaliza por ahora en distinguir los distintos conceptos manejados en educación, no entraremos en detalle para explicar las implicaciones de una actuación fuera de los límites de lo que se considera lo moralmente correcto. En fin, asumimos la actitud como una predisposición buena en la concreción del valor.

Ahora bien, no es fácil distinguir entre valor y actitud; a veces se nos presenta como valor lo que en realidad es una actitud y viceversa. Y en el mismo orden de cosas, es muy difícil precisar qué actitud (o conducta) correspondería a un determinado valor. Es más, a un determinado valor pueden corresponderle varias actitudes, por ejemplo, al valor de socialización podemos hacerle corresponder las actitudes de solidaridad, nacionalismo, participación, comunicación, etc.

Los valores se nos presentan como un fin y la actitud como la vía humana conducente a ese fin. Esta actitud permanente hace que el individuo actúe sobre su realidad de una manera concreta y definitiva. Por ejemplo, ante el valor libertad, los indicadores que conducen a vivir ese valor son los que siguen: asume y elige con responsabilidad una escala de valores personal fundamental para la convivencia humana, dando razón de la vigencia de la misma; conciencia de la capacidad de libertad y voluntad del individuo humano y conquista de la autonomía para actuar en su medio natural y social; expresión espontánea de cuanto piensa y percibe; capacidad de expresar con autonomía y modificar sus puntos de vista cuando los justifican argumentos razonables; respeta el punto de vista de los demás; apertura al pluralismo y valoración del mismo.

2.3. Las virtudes

Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón ( también la fe, para los creyentes). La tradición griega destacó cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. El cristianismo por su parte hizo un aporte importante en este tema por cuanto presentó las virtudes teologales, que son tres: la fe, la esperanza y la caridad. Están centradas en la relación del hombre con Dios, tienen como motivo, origen y objeto, a Dios.

Para entender la relación entre valores y virtudes, debemos considerar que los valores hacen referencia a principios éticos, por ejemplo, la verdad como valor o la justicia. Mientras que las virtudes están asociadas a los comportamientos, por ejemplo, la honestidad o la responsabilidad. Aunque a primera vista verdad y honestidad están relacionadas, no pertenecen al mismo concepto y esto es una distinción aunque sutil, muy interesante en el campo de la educación. De hecho, para Sócrates sólo a través de las virtudes morales un hombre puede llegar a ser realmente libre para asumir algo como el verdadero control de su propia vida. Para él lo correcto y la virtud no dependían de los apetitos o instintos sino de que se debe construir a partir de la relación entre razón y pasión11. Ya vamos viendo cómo las virtudes se definen desde la acción, mientras que los valores necesitan un referente para encarnarse, o dicho en otras palabras, los valores se explicitan en las virtudes y en las actitudes concretas.

A continuación mencionaremos la clasificación que recoge Juan Grass Pedrals12 de acuerdo a la definición dada por Aristóteles ya que nos parece relevante conocer los dos grupos en los que se pueden clasificar las virtudes, según el filósofo griego. El distingue entre virtudes morales y virtudes laborales.

Las virtudes morales. Se trata de excelencias del alma relacionadas con una relación social exitosa con otras personas y que constituyen un elemento favorable en la construcción de una comunidad civilizada: la sobriedad, la templanza, la amistad, la sencillez, la compasión, el pudor, la castidad, la humildad. Un segundo grupo de virtudes morales: la honestidad, el respeto, la generosidad, la prudencia, la lealtad, la responsabilidad, la fortaleza y la justicia, tienen también relación con el mundo laboral; no sólo enriquecen las relaciones entre las personas, sino el trabajo o la productividad.

Virtudes laborales. Son las que permiten enfrentar con éxito empresas humanas en distintos campos de acción, del arte y del conocimiento.

Sin embargo, su aplicación también se requiere en el hogar: la obediencia, el orden, la perseverancia, la laboriosidad, la paciencia, la flexibilidad, la audacia, el optimismo, la creatividad. Hay quien señala que el hombre está hecho para conseguir la verdadera felicidad con la persecución del bien moral. Como la inteligencia y la voluntad, las facultades humanas de que el hombre dispone para este fin, son tendencias a la verdad, al bien universal, han de ser determinados a particulares actos de bondad por medio de los hábitos. Así entonces, las virtudes son hábitos buenos que perfeccionan las facultades del hombre para conseguir la verdad y la bondad13 Es decir, si el hombre desarrolla las virtudes, la razón percibirá el verdadero bien del hombre y la voluntad y el apetito sensitivo seguirán a la razón para el perfeccionamiento de éste. Por eso, desarrollar las virtudes en uno mismo y educar a los niños y a los jóvenes en las virtudes es tan importante.

Siendo entonces, la virtud un hábito operativo bueno, en contraste con el vicio que es un hábito operativo malo, el desarrollo de las virtudes realimenta el entendimiento y la voluntad de tres modos principales. Se trata de la firmeza, la prontitud y un cierto agrado14. Por lo general, las virtudes tienen por objeto hacer al hombre como debe ser. Es decir, reafirman a la persona en lo que está haciendo, crea una capacidad de obrar bien con más facilidad porque los actos aislados se han incorporado a la misma persona, a su modo de pensar y obrar. Por lo tanto, el hombre deja libre el entendimiento y la voluntad para profundizar más, para conseguir una mayor eficacia. Sin pensar tanto, sin esforzarse tanto la persona decide, reacciona y actúa positivamente. En otras palabras, la virtud permite a la persona conocer la felicidad; obrar a gusto, con satisfacción15

3. El maestro como referente significativo en la formación de valores

El tema de la educación en valores es apasionante. Su importancia social y la diversidad de planteamientos que surgen cuando se inician las investigaciones en esta área lo confirman. Pero así como es innegable la necesidad de profundizar en el tema, también hay factores que atentan contra la posibilidad de desarrollar o poner en práctica iniciativas en este campo.

En Venezuela no son pocos los problemas que aquejan al sistema educativo. Creemos que quizá el más grave es la costumbre del ciudadano común a ver los antivalores como un estilo de vida aceptable. Por contraposición, la práctica de virtudes es menospreciada o por lo menos quien intenta manifestar conductas acordes a ciertos valores universales es mal visto. En otras palabras, parece que la crisis educativa y social actual tiene anclada sus raíces en un cambio de valoraciones en el ciudadano.

Intentemos razonar un poco más este asunto. Nuestro país atraviesa una situación alarmante en todo orden (social, político,económico, educativo, salud, etc). Para unas personas lo que sucede es una cuestión de coyuntura social, producto de las macropolíticas aplicadas por los organismos internacionales. Para otros, esto se llama crisis de valores porque no se han cultivado lo suficientemente en las familias y en las escuelas y ahora padecemos las consecuencias de esta conducta.

Pero no es Venezuela la única que vive esta amarga experiencia. Los países industrializados y todavía aún aquellos con escasos ingresos per cápita están atravesando algo similar. Para nosotros, lo que estamos viviendo es una clara manifestación de debilidad de las instituciones que conforman la sociedad porque no han sabido cultivar los valores. En el apartado anterior definíamos a un valor como aquello que le da sentido a la vida. Es decir, aquello por lo que una persona decide vivir. Si retomamos este concepto en su sentido amplio, los valores de una sociedad son los que le dan sentido, orientación y visión al conjunto de personas que forman parte de ella. Es por esto que desde la cuestión económica, pasando por la política, educación, salud e inclusive por las relaciones personales, todas se ven afectadas cuando no se tienen claros los principios humanos de relación, cooperación, lealtad, respeto, etc. que van a marcar las pautas en la convivencia social.

Esto explica de alguna manera que gran cantidad de la población viva en un estado de insensibilidad, poca estima, indolencia, corrupción, egoísmo, apatía, violencia, etc. sin que la persona se de cuenta de que está contribuyendo a la agudización de la crisis. Puede ilustrar esta reflexión el caso de un taxista que al hacerle una “carrerita” a un cliente en todo el trayecto no hace otra cosa que hablar mal del gobierno porque no arreglan las calles, o porque no están pendientes de los semáforos. Inclusive es probable que en su crítica se atreva a mencionar que el país anda mal porque la gente no cumple las leyes y que este es un país de “vivos”. Sin embargo, mientras nuestro conductor está concentrado en todas estas reflexiones, ha pasado por alto cuatro semáforos en rojo y cada vez que pudo en la autopista se metió por el canal de la orilla, dejando tras de sí incautos conductores respetuosos de las leyes de tránsito.

Esta situación es un dato que nos permite aseverar que la crisis tiene que ver con una nula o escasa formación ciudadana. Que no es otra cosa que una deficiente educación en valores a todo nivel, en el que se incluyen todas las instituciones que forman parte de la sociedad venezolana, comenzando por la familia y la escuela. A esta última la consideramos en el presente trabajo por cuanto en ella confluyen las condiciones que le permitirán al ciudadano del siglo XXI construir una nueva sociedad.

Lo más importante todavía es que en la escuela convergen los niños y jóvenes que constituyen el marco de referencia de la sociedad en el futuro. Así pues que el maestro en este sistema tiene, junto a la familia, una loable tarea que cumplir. A los maestros le dedicaremos las siguientes líneas.

Partimos del convencimiento de que el maestro (a) o profesor(a) es , junto con los padres, el modelo principal en el que el niño o el joven se fija para formar el cuadro de valores que dan sentido a su vida. Esto es muy importante considerar porque se tiene la falsa creencia de que el niño va a la escuela a aprender conceptos únicamente.

La función de modelaje que ejerce el maestro(a) en sus estudiantes es fundamental si consideramos que éstos comparten incluso hasta 8 horas diarias. La causa principal de este hecho es que “la imitación juega un papel importante en la adquisición de la cultura desviada y de la adaptada”, tal como afirma un clásico del estudio de la significación y condiciones en que se desarrolla el hecho imitativo16. La imitación cobra tanto mayor relieve cuanto más estrechos son los lazos afectivos que unen al niño con el adulto. El docente debe ser consciente de esta responsabilidad porque podría ser que se le estuviera escapando de sus manos algo muy fundamental en la educación de los niños y jóvenes a su cargo y que no es otra cosa que propiciar las condiciones para vivir en un ambiente de valores.

En el ámbito educativo está creciendo la conciencia de la importancia del docente como transmisor de valores. Un hecho que se explica por el número creciente de publicaciones en esta área- aunque haciendo la salvedad de que todavía en nuestro país estamos en las etapas iniciales- y sobre todo porque ya se percibe en algunos centros educativos el interés por desarrollar proyectos de valores en sus centros.

Pero, ¿cuáles son los valores que un docente está llamado a suscitar?

El tema puede ser polémico si se tocan aspectos que tienen que ver con el área religiosa, moral y política. Sin embargo, existe un amplio terreno de consenso, que podría circunscribirse diciendo que el educador tiene que ayudar al alumno a encontrar sus propios valores y actuar con sentido y dar sentido a su vida. Estos valores están referidos a tres áreas bien delimitadas: el propio niño, su relación con los demás y su relación con la naturaleza y el mundo de las cosas. El niño tiene que construir un autoconcepto positivo, el cual será obtenido a partir del concepto que los demás le reflejan sobre él mismo, especialmente los adultos importantes. También tiene que desarrollar unas actitudes sociales positivas, a partir de valores como la aceptación, el respeto, la colaboración, la ayuda, el perdón y la compasión.

Y por fin, es necesario que adopte una postura no depredadora, sino de respeto y de autolimitación voluntaria con relación a los objetos materiales y la naturaleza. Estos valores son aceptados por todas las culturas contemporáneas. Pues bien, el docente puede ayudar enormemente a que sus alumnos desarrollen esas actitudes ofreciendo una educación integral: cognoscitiva, afectiva, ético-moral y estética.

Ante este panorama la escuela tiene una gran responsabilidad en la formación del país. La manera más eficaz que las sociedades en todo el mundo han encontrado hasta ahora para formar mejor a su gente es a través de la familia, la escuela y el trabajo. Estudios reconocidos internacionalmente indican que más años de escolaridad y mayor calidad de la enseñanza es la fórmula más efectiva para formar mejor a la gente. Ésta es la tendencia de los países que más progresan en el mundo: la gente invierte más tiempo en su formación y esa formación es cada vez de mayor calidad17 Ahora bien, lo que no podemos negar es que la escuela es reflejo de la sociedad, es el lugar donde los alumnos permanecen más tiempo, después del hogar.

El aporte positivo de la escuela en la formación de los alumnos es incuestionable. Sin embargo, es necesario detectar algunos elementos potencialmente negativos que pueden conspirar en contra de un ambiente educativo favorable.

a. El individualismo. Si los profesores piensan que el progreso individual de los alumnos no tiene relación con el progreso general del curso o con el ethos de la escuela, ésta no logrará construir una comunidad ética ni va a lograr transmitir ciertos valores. En este escenario distorsionado de la realidad, el centro está en el individuo, en forma aislada de su entorno y de sus relaciones con la comunidad.

b. Competitividad. La competitividad es hermana del individualismo y está promovida por la sociedad en general. Hay una competitividad sana o ética que busca la excelencia en toda obra de significación, superar los defectos y progresar, y hay una competitividad negativa que busca derrotar al adversario o cumplir lo mínimo para alcanzar ciertos premios. La actitud de la escuela debe ser clave para orientar la competitividad natural de los alumnos por el buen camino.

c. Falta de vínculos con el mundo exterior. Muchas escuelas tienen programas de solidaridad con instituciones necesitadas, ajenas al colegio. Estos programas son necesarios para evitar el aislamiento, que pueden hacer que los alumnos se preocupen sólo de sí mismos y de sus amigos o parientes inmediatos. Si la escuela no establece vínculos con el mundo exterior, los alumnos pueden sentir que ellos no tienen responsabilidad social con la comunidad, aparte de obedecer ciertas leyes. Otro ejemplo de la falta de vínculos con la realidad se da cuando la historia se presenta en forma de simple recuento de hechos, desprovistos de referencias por ejemplo el cinismo, la brutalidad , el liderazgo, la ambición y otras actitudes humanas.

d. Razonamiento superficial. Las escuelas tienen la gran responsabilidad de desarrollar la capacidad de pensamiento profundo en los jóvenes. Sin embargo, la estructura curricular usualmente atenta contra el logro de este objetivo. Otro elemento negativo lo puede constituir la forma de medir los conocimientos y la manera de evaluar el rendimiento del alumno. Esto se hace muchas veces con preguntas de respuestas breves, casi automáticas, carentes de reflexión. Se pretende con esto dar respuestas correctas pero no el por qué. Se premian las buenas notas pero no el aprender. Este escenario atenta contra la maduración ética de los alumnos, porque no se les brinda un espacio para reflexionar respecto a temas de valores morales y, finalmente, no se les ayuda a estructurar su percepción sobre el significado y los propósitos del hombre y de la mujer en la tierra.

e. Docentes con poca preparación en educación moral. Los profesores no tienen una formación académica en moral, mucho menos en metodologías en educación en valores. Esta es una limitación en casi todas las universidades puesto que estas materias no forman parte del currículo obligatorio de un profesor. Esto se agrava con el hecho de que el profesor, al igual que cualquier persona, puede estar confuso con respecto a su propia escala de valores y/o no saber expresarla o articularla con claridad. En este caso se encontraría limitado para orientar a sus alumnos y para ejercer autoridad en un tema tan delicado como el que se está tratando aquí18

Pero ya que los valores tienen esencialmente una disposición jerárquica, de acuerdo con las dimensiones de la personalidad del educando, jerárquicamente han de ser inculcados en la educación.

Esto quiere decir, por una parte que todos tendrían que ser desplegados en el quehacer educativo y que debemos acentuar los que ocupan la cumbre de la jerarquía. Pero dos riesgos acechan la tarea de todo educador contemporáneo: la fascinación técnico- cientificista y el predominio de las estructuras colectivas sobre los valores estrictamente personales.

Cada día surge nueva polémica en torno al valor de tantos temas, tantas cuestiones y tantas asignaturas como tiene que aprender el educando y cuya proyección sobre el desarrollo plenario de su vida es, en no pocas ocasiones, más que discutible a menos que supongamos con una ingenua creencia que la transferencia del aprendizaje se da de una manera ilimitada y que permitirá prepararle eficientemente en la vida para las tareas, actitudes e ideales para los que no se le preparó en modo alguno en las aulas. Solamente se pueden transmitir aquellos valores que por tener un carácter general tienen una ilimitada aplicabilidad a todas las situaciones vitales. No se puede pretender inculcar solamente los valores económicos desconectados de los valores vitales o de los estéticos y los espirituales. En caso de ser así tendríamos a alumnos especialistas que seguramente aumentarían los bienes de consumo y producción, pero con descuido de su personalidad.

Es necesario que tanto los valores vitales, económicos, estéticos, éticos y religiosos formen parte del cuerpo valorativo del sujeto. Es conveniente cultivar los valores pero dando a cada cual la función exacta en el despliegue de la personalidad. Estamos ante un desafío, ante un gran reto, ante la necesidad apremiante de dar respuestas a múltiples cuestiones prácticas que hoy se nos presentan . El cambio que se plantea en el ámbito educativo no es nuevo, pero lo es el grado en que se da, el ritmo acelerado del mismo, que nos produce la impresión de provisionalidad en esta era nuclear y espacial, por otro lado apasionante.

Podríamos decir que educar en cualquier ámbito, ya sea familiar, escolar o social sería ayudar a dar respuestas personales adecuadas, a cualquier requerimiento de la vida, ya que el objeto pedagógico afecta toda la existencia personal. “La tarea de enseñar consistirá en una toma de conciencia personal en el acoplamiento del individuo con el mundo y los demás”19 Si la educación es un proceso continuo de toma de conciencia , de interiorización del ser que somos ( y por ser la escuela el espacio ideal para desarrollar estos procesos, además de que se nos presenta como algo importante para la comunidad, el individuo, para la sociedad y la economía) la escuela necesita entonces ser repensada para que pueda salir al paso de los nuevos problemas que el futuro le depara.

4. ¿Cómo educar en valores en la escuela?. Principios metodológicos y estrategias en el salón de clases

Para estar presente y ayudar a los niños y jóvenes a llegar a ser, necesitamos un proyecto pedagógico que sea al mismo tiempo un espíritu y un programa, un estilo de vida y una pedagogía, una cierta manera de pensar y una manera de vivir en el seno de la comunidad escolar y social.

Necesitamos un proyecto que mejore las oportunidades de nuestra juventud y que asegure la viabilidad de una vida verdaderamente humana, democrática. Con la intención de poder profundizar en un proyecto es necesario algunas posibilidades, así que de acuerdo al planteamiento de María Nieves Pereira20 es necesario proponerse el desarrollode un proyecto pedagógico que tenga al menos las siguientes metas: a. Formar en la libertad y en la unidad de la persona. Liberar, porque no se nace siendo libres, nos liberamos en procesos ininterrumpidos. La libertad es una conquista. Decía Sartre que el hombre es su libertad y el camino a la personalidad está hecho de decisiones personales. Somos tarea de nosotros mismos y nadie puede sustituirnos en ella. b. Formar en la creatividad y en los valores de la imaginación. Una persona creativa tendrá más oportunidades de sobrevivir en un mundo cambiante como el nuestro. Sólo aquellos que puedan adaptarse a los cambios sociales , podrán producir en forma creativa. c. Formar en los valores de relación, diálogo, comunicación, participación y servicios. Sin ellos el ser humano corre el riesgo de perderse en el grupo y cerrarse en la soledad. El hombre se hace hacia fuera , dando y recibiendo. El es algo que los demás no tienen y lo necesitan para ser. Y los demás son lo que a él le falta, por lo que se puede afirmar que en el darse, en el comunicarse, la persona se realiza. d. Formar en la interioridad del ser, siempre amenazado por lo externo, por la profusión de bienes materiales y el deseo de su posesión. Ayudar en el progreso y en la conquista del ser frente al poseer de nuestra sociedad consumista e. Formar en un respeto a la vida, amenazada hoy por el progreso técnico y utilizado a veces con fines contrarios al servicio del hombre. Se trata entonces de formar al hombre nuevo, para un mundo también nuevo. Un hombre capaz de pensamientos propios y decisiones autónomas, al menos en las dimensiones de su propia vida. Esto significa que la educación tiene que cambiar, por tanto, en la manera de actuar. Debe evolucionar si no quiere seguir siendo un lenguaje destinado al silencio de la muerte. Y si es urgente un nuevo proyecto pedagógico, también lo es una nueva estrategia educativa, que permita considerar como educativos no sólo el proceso de enseñanza aprendizaje, sino toda la acción formadora; una escuela que reconozca la formación independiente, adquirida por la experiencia de la propia vida en el trabajo y fuera del centro de estudios.

Pero si lo anterior es muy cierto, también se han de considerar algunos aspectos sobre el uso y valor de las metodologías. Son algunas advertencias, nada reprochables que hace el autor Juan Grass Pedrals en su obra “La educación de valores y virtudes en la escuela”21 .

En primer lugar manifiesta que la aplicación de metodologías sin sustancia, es decir, aquellas que no apoya la enseñanza en contenidos profundos, cae en el vacío. Se corre el riesgo en este caso de que el docente planifique juegos para los estudiantes. Son juegos entretenidos que no hacen crecer al alumno como persona. Por ello propone el autor que para superar este obstáculo se requiere de un personal capacitado e integrado a un equipo de trabajo. Es fundamental que el material elaborado por un docente se discuta, es decir que se evalúe su contenido. El trabajo en equipo en estos casos es más enriquecedor por cuanto permite que los profesores se enriquezcan de las experiencias del otro.

Otra de las advertencias que señala Juan Grass Pedrals en su obra es aplicar de forma rutinaria técnicas que en vez de colaborar con el proceso del alumno, obstaculizan el logro de los objetivos. La motivación de alumnos y docentes debe ser cuidada siempre. La creatividad del docente no debe tener reposo para la puesta en práctica de las metas u objetivos previstos con el curso. Es en definitiva, el reto de educar. Como hemos visto, dentro de cualquier propuesta de técnicas o estrategias didácticas al servicio de la educación en los valores, se impone una congruencia entre los fines y los medios. “Por cuanto que el discernimiento de los valores es un proceso individual y sólo cuando la persona llega a vivenciar un valor, éste existe realmente para ella, la atención al proceso de valoración será fundamental en toda metodología para la educación en valores”22 y como para llegar a una valoración personal es indispensable una conciencia de opción libre, la tarea educativa tiene como finalidad básica y fundamental favorecer los dinamismos que hacen a la persona autónoma en sus decisiones y responsable de las mismas, para llegar a asumirlos a través de transformaciones y construcciones personales.

Siguiendo las orientaciones de María Nieves Pereira23, a continuación se menciona una propuesta de técnica o estrategia metodológica al servicio de la educación en los valores; consideramos que la estrategia apunta a considerar los distintos escenarios o dilemas morales para la consolidación de una conciencia crítica.

El método de resolución de problemas morales

Es necesario proporcionar situaciones y actividades que les ayuden tanto a los niños como a los jóvenes descubrir y vivenciar las experiencias en donde se pongan en juego los valores, que les permita ser más conscientes y participativos en este tema. El análisis de las experiencias puede ser significativo para el niño y el joven ya que les permite acercarse a la intimidad de su existencia, hacia el centro de su vida, para “hablar libremente de su vida, de sus experiencias, afrontar las emociones, descubrir el problema, volver sobre el hecho que lo ha turbado, superar lo verdadero de lo falso, adquiriendo de esta manera un instrumento importante para su vida”24

Un trabajo así realizado asegura la promoción de los valores y de los principios ligados a la adquisición de la autonomía personal, a la solidaridad responsable y el resurgimiento de un sentido personal en el actuar.

El método de descubrir los valores.

A través de diferentes caminos, cada escuela debe precisar, según sus necesidades y circunstancia , cuáles de ellos son prioritarios en la comunidad en que está establecida y, de acuerdo con el sustrato axiológico en que se fundamenta su proyecto pedagógico, ayudar a descubrirlos sin hacer nunca una propuesta cerrada.

El método de inculcar los valores

En este caso, la escuela, el equipo docente, suscita en sus alumnos aquellos valores que han sido considerados fundamentales y, por lo tanto, deseables de alcanzar, ayudándoles a construir su sistema de valores de forma independiente y personal.

El método de clarificar los valores

Es una acción consciente y sistemática del orientador o maestro que tiene por objeto estimular el proceso de valoración en los alumnos, con el fin de que éstos lleguen a darse cuenta de cuáles son realmente sus valores y puedan así sentirse responsables y comprometidos con ellos. Esto se hace posible cuando se ayuda a tomar contacto con lo que constituye un valor para la propia vida, ayudando a encontrar los propios valores, el sentido de la propia existencia y a afianzarlos y profundizarlos mediante el estudio y la reflexión personales; nunca imponiéndolos.

Hacer vida los valores

Los valores son como humo si no están definidos y vividos. La escuela proporcionará ocasiones de vivir los valores en los cuales se cree; si el valor no es asumido, difícilmente podrá ser proyectado en acciones cotidianas , ya sea individual o colectivamente. La escuela tiene una gran responsabilidad ante esto. Ella misma está obligada a vivirlos en relación con todo el personal.

Armando Rugarcía25 por su parte señala que, siendo el maestro un diseñador de actividades para que sus alumnos aprendan y se eduquen, es necesario que el educador oriente su práctica educativa a principios que sirvan para orientar de manera eficaz el trabajo con los estudiantes.

El primer aspecto es que la educación sucede en la persona. Las consecuencias educativas observables del aprendizaje solamente se dan en el individuo. Lo que significa que el aprendizaje no se da si los alumnos no aprenden y el aprendizaje va ganando en significatividad en la medida en que gane en educación, es decir, en sus consecuencias permanentes y relevantes: desarrollo de la capacidad de aprender, pensar, sentir y decidir por uno mismo. Otro aspecto que señala el autor y que todo educador debe tener presente al momento de diseñar sus actividades educativas es que las habilidades son desarrollables.

Todas las operaciones o habilidades intelectuales que soportan la emisión de juicios y de hecho o de valor, se desarrollan si se ejercitan. Lo que sigue a continuación no se puede perder de vista: desde la óptica educativa es más importante la forma como se aprende un conocimiento que el conocimiento en sí; la forma como se resuelve que lo que se resuelve. Es mejor que el estudiante desarrolle sus habilidades para pensar por sí mismo a que sólo memorice lo que tiene que hacer.

Otro aspecto es que el hombre es educable, por lo tanto, el aprendizaje puede ser estimulado por el maestro. Una relación profesoralumno, amistosa, respetuosa y centrada en la educación del alumno estimula el aprendizaje. Ya que el aprendizaje se fomenta cuando el estudiante está dispuesto a aprender. Por último, también señala que el aprendizaje más importante corresponde a un valor, a una razón para vivir. Las actitudes expresan valores y el valor es un ideal que trasciende de las situaciones, mientras que la actitud hace referencia a las situaciones concretas, es decir, atiende al objeto, tiempo, contexto y tipo de acción. La responsabilidad fundamental de una institución educativa y sus docentes es la de mostrar en su vida cotidiana los valores en los que cree, para estimular el desarrollo de actitudes correspondientes. En este aspecto, los valores no se imponen, sólo se proponen y ejemplifican vivencialmente en la cooperación, no en la competencia. La esperanza de un educador debe ser que en las actividades que se desarrollen en su curso logren que los estudiantes sean capaces de establecer juicios de valor consistentes, derivados de modos de pensar y sentir que les permitan hacer frente a sus decisiones vitales.

Otro de los métodos que se consideran en la actualidad para la aprehensión de valores fue ideado por Bernard Lonergan26. El presenta cuatro etapas que conducen a establecer juicios de valor pasando por la emisión de juicios de verdad. Brevemente indicaremos en qué consiste cada uno señalando su implicación en el contexto educativo.

1. Atender. Significa utilizar todos los sentidos y estar atento a lo que sucede a nuestro alrededor. Implica capaciar a la persona a utilizar todos sus sentidos para resolver las dificultades que se le presenten en el quehacer diario. En educación es imprescindible que el docente tenga conciencia de que su función se dirige como motivador para que el estudiante utilice todos los recursos personales para captar los datos relacionados con el objeto del aprendizaje.

2. Entender. Es comprender los datos que se han colectado mediante el uso de las facultades propias y haciendo una introspección de la información recogida. Para un docente esto se traduce en preguntas al estudiante que implican considerar lo que se atendió previamente. Dar ejemplos, ilustrar, deducir, analizare, etc. Usar todas las operaciones necesarias que impliquen al sujeto en su capacidad de introspección.

3. Juzgar. Esta etapa implica una actividad crítica, es decir, cuestionar los hallazgos del entendimiento para establecer si son correctos. Aquí el docente tendrá que motivar al estudiante para que establezca si algo es o no es, según los criterios personales que haya asumido para tal postura. Es una etapa que necesita de argumentación y apoyo en pruebas que determinan la veracidad de la afirmación o el juicio dado.

4. Decidir. Este es el ámbito de la evaluación. Es la pregunta de si algo vale o no la pena dedicar a vida. Podríamos decir, de acuerdo a lo que percibimos de este autor, que en este paso se ponen en evidencia los valores. Ya que se asumen las decisiones de acuerdo a lo que se considera el sumo bien para el hombre. En esta etapa es conveniente que el docente ya haya establecido previamente las distintas posturas ante un dilema, que el juicio haya sido ajustado de acuerdo a los principios del ambiente educativo o de los que propone el colegio en su ideario. Si no se han dado los pasos correctamente en este modo de educar, probablemente las decisiones no sean las más correctas.

Otra propuesta de metodología es la de Juan Pedro Grass quien clasifica en tres grandes grupos las maneras de trabajar los valores. Solamente haremos una breve mención a cada una de ellas, eso sí, haciendo la invitación a realizar una lectura más profunda de la obra “la educación de valores y virtudes” de Juan Grass Pedrals.

1. Metodologías que involucran a las familias en forma coordinada con la escuela. Se trata de que los padres mantengan una interacción permanente con el colegio, colaborando con la formación de su hijo. Las actividades en este caso pueden ser reuniones al inicio del año escolar para dar a conocer el ámbito de la formación en valores en que se involucra el colegio y la familia. Pedir la colaboración de los padres en la participación de actividades y eventos que realice el colegio en el área de valores. Otra de las actividades puede ser organizar campañas donde se involucren la escuela y la familia. Una vez al mes se trabaja con una virtud . Adicionalmente con los padres se realiza una actividad con el fin de que conozcan de la campaña de valores que se ejecuta en el colegio. Otro aspecto es la escuela para padres. Se trata de reunir periódicamente a los padres alrededor de un tema de interés sobre la formación de sus hijos.

2. Metodologías que involucran a la escuela. Se trata de rescatar las ceremonias y fiestas tradicionales, especialmente reconociendo los valores presentes en dicha celebración. Ayudar a promover la identidad de los alumnos y profesores en el colegio, lo que se traducirá en el cariño de ese espacio donde se comparten momentos agradables.

3. Metodologías para aplicar en clase. En este campo son infinitas las posibilidades considerando la creatividad del docente. Por eso mencionaremos algunas que recoge el autor Juan Grass Pedrals referidas como estrategias de sensibilización y empatía en las que intervienen las actividades de clarificación de valores y virtudes. Estas son las comparaciones, las entrevistas, el debate, ejercicios para aprender a tomar decisiones éticas, dramatizaciones, aprendizaje cooperativo (juegos cooperativos), resolución de conflictos y ejercicios conceptuales de ética.

Consideramos que los principios metodológicos y las estrategias reseñadas en este apartado son una muestra de las infinitas posibilidades que tiene el docente y los responsables del centro educativo para educar en valores eficazmente. Sólo basta que los valores que se pretenden inculcar hayan sido aceptados previamente por quienes los promueven. Ese es el camino que tenemos para formar en valores. El testimonio de vida sigue siendo la bandera que ondea en el terreno de los valores.

Tratar de inculcar algo que no se cree o que no se practica es generar una ilusión o fuego fatuo que no tendrá ninguna repercusión. Lo que se pretende básicamente es que los valores tengan eco en la comunidad; que la sociedad esté integrada por personas que practiquen lo que pregonan.

Exhortamos pues, a los que tengan responsabilidad como educadores en valores a que reflexionen sobre el asunto y den el paso decisivo. De este modo se podrá construir la sociedad que queremos en donde la cultura del diálogo, el respeto, la solidaridad, la puntualidad, la honestidad, etc. impere de tal forma que los ciudadanos se conviertan en los verdaderos constructores del país.

CONCLUSIONES

La educación es una fuente inagotable de valores. Aceptamos que un valor es aquello capaz de arrancarnos de nuestra indiferencia, lo que hace que prefiramos unas cosas a otras , que las estimemos más o menos, en una palabra, solamente se puede hablar de valor cuando un ente mueve nuestras tendencias y nuestra voluntad. En el ejercicio de la educación los valores están presentes. Ellos inspiran la práctica educativa. La relación educación- valor es intrínseca al mismo acto de educar por ello es que debe ser prioritaria.

La educación en valores no puede seguir siendo un apéndice de la acción educativa escolar. Debe ser un eje integrador de todo lo que la escuela es y hace. De lo contrario, la escuela no podrá cumplir su misión de formar hombres y mujeres con capacidad real de vivir con libertad.

En estos días tan convulsionados en nuestra sociedad, donde la pérdida gradual de valores parece ser una consecuencia más de la decadencia social, el fomento y el rescate de los valores debe ser una prioridad social, pues ello no solamente contribuye a un crecimiento personal, sino que debe percibirse como un beneficio social- colectivo que determina cambios dentro de una nación. Así pues, los docentes en este ejercicio de rescate deben ser los pioneros ya que probablemente es la escuela una de las pocas instituciones preocupadas por tan importante tema.

Y es que formar en valores no es fácil. La formación de actitudes es una tarea básica, más importante todavía que la transmisión de conocimientos y no tanto por aquello de que con el tiempo las cosas aprendidas de memoria se olvidan, expresión por demás cuestionable, sino porque la actitud, es decir, la predisposición del que obra, sigue siendo una pieza clave en la educación. Ahora bien, ante tanta incertidumbre en torno a la pregunta de cuáles son los valores necesarios en una sociedad y cuáles debería suscitar un docente en su salón de clases, podemos pisar el terreno del consenso señalando que la tarea del educador puede circunscribirse a ayudar al estudiante a encontrar sus propios valores y actuar con sentido y dar sentido a su vida. Esto no implica que el docente manifieste sus propios valores y los presente como una opción de vida. Ante esta situación el docente debe y tiene que estar consciente de que un ambiente desfavorable puede conspirar en contra de lo que se pretende hacer en la escuela, como por ejemplo el individualismo, la competitividad, el razonamiento superficial y la poca preparación en la educación moral.

Ante este aspecto diversos autores se han dedicado a estudiar las alternativas que le permitan al docente formar y formarse en el campo de la educación en valores. Existen por lo tanto, a nuestro juicio muchos principios y estrategias metodológicas pero lo importante no es la cantidad de estrategias lo que podría asegurar el éxito de la vivencia de un valor sino la calidad del proceso. En otras palabras, dependerá mucho del docente para asegurar que la escuela sea una fuente inagotable de valores.

No se nos puede olvidar que formamos para la libertad y en libertad, en la creatividad, en la relación, en el diálogo, la comunicación, la participación y servicio. Se trata de formar hombres nuevos. Algunos métodos y estrategias que facilitan este abordaje son los de resolución de los problemas morales; también el propuesto por Lonergan en el que se considera el atender, entender, juzgar y decidir, todo como un proceso holístico de cara al alumno y al profesor. En cuanto a las estrategias tenemos los afiches, los mapas mentales, autobiografías, cuentos, canciones, dilemas, etc. actividades que tienen un sentido en tanto el educador asuma lo que le corresponde en la tarea de hacer una nueva propuesta educativa en la escuela.

Notas: Cfr. RUGARCIA, Armando. (1999). Los valores y las valoraciones en la educación. TRILLAS. México. p10-11 2 La profesora Guadalupe Ramos es autora de libros sobre educación en valores. Actualmente se desempeña como profesora de la Universidad de Carabobo donde coordina la cátedra rectoral de educación en valores y es facilitadora del curso sobre educación en valores, en diversos centros educativos del país. 3 Cfr. PASSMORE, Jhon (1983) Filosofía de la enseñanza. Traducción de Federico Patán. Fondo de Cultura Económica. pp 199-201, 208-209 4 Cfr. RUGARCÍA, Armando Ob. cit. p73 5 Cfr.PEDRALS, Juan (1997). La educación de valores y virtudes en la escuela. Editorial TRILLAS. México. p.28 6 MARÍN, Ricardo. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación. Miñón Editorial. España. p144 7Cfr. RUGARCÍA, Armando. Ob. cit. p 15 Cfr. MARÍN, Ricardo. Ob. cit. p69 9 Ibidem p.74 10 COBO; J.M. (1993) Educación ética. Endymion. Madrid. 11 Cfr. PEDRALS, Juan. Ob. cit. p 40 12 Idem p 40 13Cfr. ISAACS, David. (1981) La educación de las virtudes humanas.TomoI. EUNSA. Pamplona.p 68 14 Ibidem p 68 15 Ibidem p 69 16 Cfr. PEREIRA, María .(1999) Educación en valores. Metodología e innovación en el aula. Editorial TRILLAS. México. p 17 Para una lectura más amplia sobre el tema de la educación en Venezuela leer la obra de Gerver Torres titulada Un sueño para Venezuela, publicada por el Banco Venezolano de Crédito en el año 2000 18 Cfr. Introducción del texto PEDRALS, Juan Ob. cit pp25-26 19 GUSDORF. G. (1977) Para qué los profesores. Cuadernos para el diálogo. Madrid. p.24 20 Cfr. PEREIRA, María. Ob. cit.pp 32 ss 21 Cfr. PEDRALS, Juan Ob. cit. p 160 22 PASCUAL, Ma. (1985) Estrategias para a clarificación de valores y desarrollo humano en la escuela. C.I.S.C. TRILLAS. México. p 19 23 Cfr. PEREIRA, María Ob. Cit. p 24 PASCUAL, Ma. Ob. cit. p19 25 Cfr. RUGARCIA, Armando Ob. cit. pp76-77 26 LONERGAN, B. (1988) Método en teología. Ediciones Sígueme. Salamanca. Tomado de Rugarcía. Ob. Cit. p99

Bibliografía: • COBO, M. (1993). Educación ética. Endymion. Madrid • GRASS P, Juan. (1997). La educación de valores y virtudes en la escuela. Editorial TRILLAS. México. pp239 • GUSDORF, G. (1977). Para qué los profesores. Cuadrenos para el diálogo. Madrid. pp24 • ISAACS, David. (1981). La educación de las virtudes humanas. Tomo I. Editorial EUNSA. Pamplona. pp 210 • LONERGAN, Bernard. (1988). Método en teología. Ediciones Sígueme. Salamanca • MARÍN, Ricardo. (1976). Valores, objetivos y actitudes en educación. Miñn Editorial. España. pp 69 • PASCUAL, María. (1985) Estrategias para la clarificación de valores y desarrollo humano en la escuela. C.I.S.C. TRILLAS. México. • PASSMORE, Jhon (1983). Filosofía de la enseñanza. Traducción de Federico Patán. Fondo de Cultura de Económica. México. • PEREIRA, María (1999). Educación en valores. Metodología e innovación en el aula. Editorial TRILLAS. México. pp 32 • RAMOS, María. (1999). La educación en valores. Ediciones Paulinas. Caracas. • RUGARCÍA, Armando. (1999). Los valores y las valoraciones en la educación. Editorial TRILLAS. México. pp139 • TORRES, Gerver (2000) Un sueño para Venezuela. Banco Venezolano de Crédito. pp 225 Fuente: https://servicio.bc.uc.edu.ve

Suscríbete a nuestro boletín

Newsletter