Gestión y Liderazgo

Revisando nuestra política institucional desde un enfoque inclusivo

20 Noviembre, 2018

El documento que destacamos esta semana corresponde a una herramienta elaborada por el Ministerio de Educación de Chile, con el propósito de favorecer el desarrollo de prácticas de liderazgo escolar efectivo que contribuyan a la mejora integral sostenida en las escuelas y liceos del país. Todo esto en el contexto de la implementación del nuevo Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar. El Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar es el referente que describe prácticas, recursos personales, competencias y conocimientos fundamentales que orientan el desarrollo, por parte de los equipos directivos, de un liderazgo escolar efectivo en contextos diversos. Las prácticas describen lo que es necesario saber hacer, en términos amplios, para liderar y gestionar una institución escolar de manera efectiva, considerando su adaptación a los contextos de cada establecimiento escolar. Sin embargo, la dirección y el liderazgo escolar no se comprenden cabalmente si no son complementados por un conjunto reducido, pero muy significativo, de recursos de orden personal que motivan e impulsan la aplicación de estas prácticas. Las prácticas y recursos personales se deben entender de manera integrada, puesto que constituyen un todo coherente e interdependiente que no tiene jerarquías entre dimensiones o entre estas y los recursos personales. Las prácticas, en el Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar, se agrupan en 5 Dimensiones y los Recursos Personales en tres ámbitos. Las cinco Dimensiones de prácticas son: Construyendo e implementando una visión estratégica compartida; Desarrollando las capacidades profesionales; Liderando los procesos de enseñanza y aprendizaje; Gestionando la convivencia y la participación de la comunidad escolar; Desarrollando y gestionando el establecimiento escolar. El documento de esta semana es una herramienta que busca fortalecer una de las prácticas de la dimensión gestionando la convivencia y la participación de la comunidad escolar. Las principales prácticas directivas que componen esta dimensión son: Desarrollan e implementan una política que asegura una cultura inclusiva y las condiciones para que las personas se traten de manera equitativa, justa, con dignidad y respeto, resguardando los derechos y deberes de la comunidad escolar; Modelan y promueven un clima de confianza entre los actores de la comunidad escolar, fomentando el diálogo y la promoción de una cultura de trabajo colaborativo tanto entre los profesores como de estos con los estudiantes en pos de la eficacia colectiva y mejora continua; Implementan y monitorean normas y estrategias que aseguran una sana convivencia con un enfoque formativo y participativo, promoviendo la responsabilidad colectiva para el logro de un clima escolar positivo; Generan oportunidades de participación y colaboración de los actores de la comunidad escolar a través de espacios formales, a fin de consolidar el logro de un clima escolar positivo y los objetivos expresados en el Proyecto Educativo Institucional. Anticipan conflictos mediando entre los actores, con el fin de lograr soluciones de manera efectiva y oportuna; Desarrollan y mantienen relaciones de comunicación y colaboración permanente con los padres y apoderados del establecimiento, con el objetivo de involucrarlos en los procesos formativos de los estudiantes. Fuente.

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