Inclusión
Analizadores y propuestas para una educación por competencias como educación para la diversidad
27 Septiembre, 2012
Escrito por: Maribel Paniagua Villarrue
"Las niñas y los niños ocupan sus lugares, niñas con niñas y niños con niños y, en una mesa solo un niño “integrado”, que tiene necesidades educativas relacionadas, según entiende la profesora, con su discapacidad intelectual"
Son las 9:00 de la mañana y ha sonado el timbre que anuncia la hora de iniciar el trabajo en el jardín de niños; niñas y niños entran ordenadamente a su salón sin que la educadora se haya incorporado todavía porque entrevista a una madre de familia. Las niñas y los niños ocupan sus lugares, niñas con niñas y niños con niños y, en una mesa solo un niño “integrado”, que tiene necesidades educativas relacionadas, según entiende la profesora, con su discapacidad intelectual.
El niño usa unas enormes gafas de gruesos vidrios y su mesa de trabajo se encuentra situada cerca de la puerta en el lado opuesto al que suele ocupar la educadora.
Cuando la profesora entra al aula los niños y niñas que tienen compañeros a su lado conversan entre sí en voz baja.
La educadora escribe en el pizarrón y luego va pidiendo a los niños que digan dónde dice qué y luego que vayan encontrando las vocales.
Luego les pide que hagan las vocales en plastilina. La actividad ocupa la mayor parte de la mañana, aunque las niñas hacen muñecas y los niños hacen otras figuras que no son las vocales. Nuestro “niño integrado” yace recostado en la mesa durante toda esta actividad.
Cuando son las 10:30 la educadora dice a los niños que van a platicar sobre la amistad (es febrero y supongo que por eso).
Educadora. —Vamos a platicar sobre la amistad. La amistad es tener amigos... A ver todos calladitos para que me escuchen (se pone el dedo índice en la boca)... No pelear y respetar a sus amiguitos y a sus maestros.
Aa. No andar de malcriados
Ao. No agarrar las cosas de la mamá
Educadora. Todo eso. A ver, vamos a hacer un dibujo de la amistad (entrega unos corazones recortados en papel bond para que los iluminen).
SPI1/Registro de observación, 3 de febrero de 2005
Una competencia, dice el Programa de Educación Preescolar 2004, es un conjunto de capacidades que incluye conocimientos, actitudes, habilidades y destrezas que una persona logra mediante procesos de aprendizaje y que se manifiestan en su desempeño en situaciones y contextos diversos (SEP, 2004: 22).
Si el lector vuelve al segmento de registro que he presentado, tal vez se pregunte: ¿qué aprenden los niños?, y si traducimos esta pregunta en cuestionamientos desde la perspectiva de la educación por competencias, tal vez podría preguntarse sobre qué capacidades de los niños se enfoca el interés de la educadora, qué conocimientos pretendía que adquirieran, qué habilidades y destrezas, qué actitudes se desarrollan en esta aula frente a la diversidad.
El objetivo de este artículo es presentar algunas alternativas para analizar la acción educativa en términos de enfoque de educación por competencias y de educación para la diversidad como enfoques complementarios y proponer algunas vías para lograr una acción educativa que los haga posibles.
Analizadores de la acción educativa.
Hay una idea que es controvertida y polémica pero que se ha generalizado, la de que educar por competencias es hacer útiles a las personas. Esperaríamos que si se educa por competencias, al sujeto que aprende debería notársele lo que aprende. Sin embargo, esta idea no es suficiente; cuando hablamos de competencia nos referimos a la capacidad de realizar ciertas tareas, pero de hacerlo desde una concepción global integral, que incluye un desempeño ético y la idoneidad (lo mejor que podemos hacer en esa y para esa circunstancia) (Hager y Beckett, 1996), y aquí el registro que leímos al principio nos invitaría a una reflexión profunda. A partir de lo anterior, los analizadores de la acción educativa que propongo y que invito a los lectores a poner en contraste con el registro con que inicié este artículo y con lo que sucede en los contextos escolares que intentan orientar la acción educativa hacia un enfoque de competencias son los siguientes:- Educar por competencias supone hacer explícito lo que se aprende y se evalúa (Mansfield, 1993). Una competencia es una capacidad que se le nota a quien la tiene, el sujeto que ha sido o es educado por competencias tiene un desempeño que pone en evidencia dichas competencias. La competencia es esencialmente, afirman Hegger y Beckett (1996), una relación entre las aptitudes de una persona y el desempeño satisfactorio de las tareas correspondientes. Así, la evaluación por competencias debería tener como referente obligado las muestras del desempeño.
- La competencia se funda en un concepto de formación que incluye lo actitudinal y lo valoral de una cultura. Así, si pensamos en nuestro ejemplo inicial nos preguntaríamos cómo puede enseñarse un valor como el de la amistad sin ponerlo en acciones valiosas de relación con el otro que me rodea y con el otro diferente.
- La competencia proviene de un ejercicio de aplicación de conocimientos en circunstancias críticas o que las hacen necesarias en por lo menos tres ámbitos: el entorno, la comunicación y organización social y el uso de los recursos. En este sentido deberíamos preguntarnos sobre el sentido y significado de lo que hacen los niños y niñas o los estudiantes en general en las escuelas y, por otra parte, cómo son las situaciones educativas y cómo facilitan la resolución de problemas, el uso de los lenguajes necesarios para que los estudiantes se muevan por el mundo, cómo se hace uso de los recursos de que se dispone para resolver problemas y para modificar la realidad para mejorarla. No se pueden concebir escuelas que trabajen en el desarrollo de competencias en los estudiantes donde no se trabaje en conjunto por la mejora del entorno escolar, por la adquisición y el uso racional de los recursos.
- Educar por competencias supone una figura docente hacia la cual deberíamos tender. En ese sentido estaríamos hablando, según la propuesta de Pujol (1996), de docentes capaces de estimular la participación, que saben respetar los ritmos de trabajo, de organizar un ambiente y un clima de aprendizaje, que problematizan al alumnado, que pueden modular los estímulos, propuestas y actividades, pero, sobre todo, que son capaces de garantizar el derecho de cada alumno a ser escuchado, respetado y valorado.