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Dibujo realista versus dibujo conceptual
27 Septiembre, 2012
Escrito por: María Rosa Díaz
"La profesora recorre pacientemente los distintos lugares que sus alumnos del taller ocupan, tratando de interpretar lo que los chicos dibujaron sobre sus hojas."
La profesora recorre pacientemente los distintos lugares que sus alumnos del taller ocupan, tratando de interpretar lo que los chicos dibujaron sobre sus hojas. Con esfuerzo, en medio de suspiros y con expresiones inquietas, los alumnos consultan a la profesora para saber si lo que dibujaron “está bien o no”. El tema del día, continuación del tratado en clases anteriores: "modelo del natural". Objetivo: dibujar dos cuerpos geométricos simples, un prisma y una esfera, apoyados en una hoja rectangular, tal como se ven desde los lugares de cada uno para que los elementos dibujados parezcan “reales”, es decir, con volumen y ubicados en el espacio.
El problema es difícil de resolver.
En la hora anterior, la docente había propuesto a los alumnos que cada uno dibujara lo que veía de la manera que le parecía más conveniente, sin ninguna indicación particular. Y entonces se dedicó a observar: recorrió los distintos puestos, prestó atención a los comentarios que se intercambiaban, escuchó -sin ofrecer soluciones concretas- algunas preguntas sobre cómo hacer tal o cual cosa, recordando a los alumnos que cada uno debía encontrar el camino hacia el objetivo propuesto. Al finalizar esa primera hora de clase se realizó una puesta en común de las soluciones encontradas:- Varios de los alumnos consideraron que la manera más adecuada de realizar una esfera era trazar con el compás una circunferencia, una línea perfecta que sirviera de contorno a lo que luego sería un cuerpo.
- Otros recurrieron a la regla para trazar las aristas del prisma.
- Algunos se quejaron porque desde sus lugares no se veía “bien “ el modelo, y solicitaban cambiar de lugar.
- En la gran mayoría de los casos, el dibujo obtenido mostraba una mayor aproximación a la idea que cada uno tenía sobre los cuerpos dibujados sobre aquello que realmente cada unoestaba viendo. Al mismo tiempo, algunos de los que lograban percibir la deformación producida por la perspectiva (es decir, los escorzos) en algunas partes del modelo, se resistían a dibujar lo que veían diciendo que así quedaba “mal”, y en ese caso optaban por dibujar de la manera que a ellos les satisfacía más.
Y entonces llegó la 2ª parte de la clase.
La docente tranquilizó a los alumnos diciéndoles que lo que habían dibujado era el resultado de lo que ellos conocían respecto de lo que estaban viendo, más lo que ellos pensaban sobre cómo había que dibujar esos objetos. Pero que ahora, en esa 2ª parte, iban a tener que tratar de aplicar un método, una manera distinta. Explicó qué era conveniente tener en cuenta para que el dibujo obtenido fuera el resultado de una real observación, donde los distintos puntos de vista de cada uno dieran como resultado otros tantos dibujos, sobre cómo utilizar el lápiz con múltiples trazos para no tener que recurrir al compás o a la regla, no dar importancia a la precisión en el trazo y sí en cambio a la observación del modelo, no preocuparse de si lo observado parecía “raro” y representarlo de todos modos, etc, etc. Y a partir de ese momento, la cuestión comenzó a ponerse muy difícil para algunos de los chicos: se esforzaron por interpretar lo que la docente pretendía de ellos, observando y tratando de armonizar de la manera que podían aquello que ellos conocían del prisma y la esfera, con aquello que estaban viendo. Y no era fácil, porque “si uno sabe que la hoja que sirve de base sobresale alrededor de todo el modelo, ¿cómo no dibujarlo de forma que sea eso lo que se entienda?”, y “ si yo sé que la cara del prisma es cuadrada, ¿cómo no dibujarla con esa forma, aunque yo esté a un costado del prisma?” ¿Cómo relacionar los objetos entre sí y no tomarlos a cada uno por separado? Es decir, eludir la idea de “conjunto” remplazándola por la de “suma de elementos”.El dilema.
La mitad de los alumnos (todos los chicos tienen 13 años) logró plasmar medianamente en la hoja el difícil lenguaje del realismo siguiendo las indicaciones dadas. Algunos, con mucho esfuerzo y un seguimiento personal, alcanzaron a representar en escorzo el prisma o la hoja que servía de base, pero la profesora no está segura de que los chicos estén convencidos de haber hecho lo adecuado. Lo dibujado a algunos de ellos les pareció “raro”. A otros les resultó casi imposible despegarse de la “idea” del objeto que debían dibujar; el escorzo es algo difícil de percibir y mucho más de comprender. Fueron los que al final de la clase se sintieron con seguridad decepcionados, incluso tristes: el dibujo avanzó muy poco o quedó inconcluso y eso es frustrante. ¿Qué hacer? Aunque la profesora les diga que no es importante, que lo que no lograron en esa clase seguramente podrán lograrlo en la siguiente, el sabor que les quedó será el de la insatisfacción. El dilema que se plantea frente a situaciones de este tenor en las clases de Artes Plásticas no es de poca importancia. Está relacionado con una forma de entender el arte en nuestra cultura y con lo que se considera debe ser la función de un taller de arte en la escuela secundaria: una síntesis entre adquisición de conocimientos y un espacio para la expresión y la creación. El primer día de clase pregunto siempre a mis alumnos qué consideran ellos que es “saber dibujar”, o qué opinan sobre lo que es el arte, o si piensan que para participar en el taller de Plástica es necesario “saber dibujar”. Invariablemente surge entre las respuestas obtenidas aquella que expresa que les encanta el arte, o la pintura, pero que “no saben dibujar”. Si, en este momento, preguntáramos a cualquier adulto argentino o de Buenos Aires qué es “saber dibujar” o a quiénes consideran un verdadero artista, con seguridad nos responderá que un verdadero artista será alguien que pinta como Miguel Angel, o como Leonardo da Vinci. Y si alguien se siente “genial” o muy “loco”, tal vez diga que es un “Picasso”, aún cuando piense que la obra de este autor es poco comprensible (al igual que su fama o la cotización de sus obras). Para confirmar mis casi certezas, formulé las siguientes preguntas a un grupo de alumnas de mayor edad de una escuela de arte:- ¿Qué tipo de pinturas son las que más aprecian, las figurativas o las abstractas? ¿Las que son “modernas” o las realistas? R: Las pinturas figurativas; las que muestran cosas de la realidad, son las preferidas.
- ¿Cuándo consideran que una obra de arte está lograda? R: Cuando lo que muestra reproduce acabadamente lo que se está observando, cuando más se acerca al parecido, y si es fotográfico, mejor.
- ¿Cuándo se sienten menos presionadas, más cómodas a la hora de pintar, cuando realizan diseños abstractos o cuando realizan diseños figurativos con técnicas realistas? R: Cuando dibujamos libremente o con diseños regulares pero abstractos. Dibujar con técnicas realistas requiere mucho talento y esfuerzo, y los resultados son, la mayoría de las veces, decepcionantes.
Se cuenta que (el pintor) Parrasio compitió con Zeuxis: éste presentó unas uvas pintadas con tanto acierto que unos pájaros se habían acercado volando a la escena, y aquél presentó una tela pintada con tanto realismo que Zeuxis, henchido de orgullo por el juicio de los pájaros, se apresuró a quitar la tela para mostrar la pintura, y al darse cuenta de su error, con ingenua vergüenza, concedió la palma a su rival, porque él había engañado a los pájaros, pero Parrasio le había engañado a él, que era artista”.[ii] Zeuxis y Parrasio eran pintores griegos, Plinio era un historiador romano, y la referencia a la anécdota pertenece al Renacimiento, momento en el que se recurrió a la Historia Natural de Plinio porque “se concebía a la pintura como una competencia entre técnicos por la producción de una réplica tan perfecta que el arte le quite la palma a la naturaleza”.[iii]Desde la Antigüedad hasta el presente, la idea del arte como mímesi (es decir, como “imitación”) se ha mantenido vigente y, de hecho, la historia de la pintura occidental es, en muchos momentos, una competencia entre los artistas para aventajar a sus competidores en el hallazgo de respuestas a los distintos problemas técnicos que conlleva la representación de la realidad. Analicemos ahora tres dibujos, copiados de los realizados por alumnos de 1° año de Bachillerato, de 13 años de edad, de Francisco (dibujo A), de Juan Manuel (dibujo B) y de Cecilia (dibujo C).
- Del dibujo A puede inferirse claramente que se trata de dos elementos simples: una manzana y una banana apoyados en una superficie rectangular. Pero no hay demasiado realismo en la representación (los objetos se ven planos, no hay claroscuro ni sombras proyectadas), aún cuando los objetos representados son perfectamente reconocibles y muestran el color de los elementos.
- El dibujo B muestra los mismos objetos pero realizados con una técnica más realista: aplicó sombreado y brillo en las frutas (además del color), sombras proyectadas, y tuvo en cuenta el escorzo, especialmente en el dibujo de la banana. Sin embargo, la hoja base está mostrada frontalmente.
- El dibujo C, aún cuando no posee color, es el que logró darle a las frutas un aspecto más realista: ubicación espacial, volumen, claroscuro, escorzos, perspectiva en la hoja que sirve de base.
- Si tomamos en cuenta la consigna para realizar el trabajo, es decir, dibujar los objetos del modelo tal como cada uno lo veía desde su lugar, está claro que el dibujo C logra más satisfactoriamente su cometido.
- Si lo que deseamos es tener información acerca de los elementos representados o de la forma en que los mismos se relacionan en el modelo, los dibujos A y B muestran más claramente cuál es la posición de la hoja que sirve de base con relación a los cuerpos: la hoja “rodea” los cuerpos o al menos eso es lo que quieren dar a entender sus autores, y por eso se ve por encima y rodeando las frutas. También dan información respecto del color de las frutas. En el dibujo B, el escorzo realista de la banana no permite ver la punta de la misma, que sí puede verse en el dibujo C. En éste está ausente el color de las frutas. Creemos que la hoja base es un rectángulo perfecto, pero en realidad no vemos la esquina de la hoja que las frutas nos ocultan.